Pretty Boy Floyd: La notoria vida y muerte del forajido de la Era de la Depresión
ISBN: 9781097782604
$9.99
“Si se congregan en torno a mí, niños, una historia contaré sobre Pretty Boy Floyd, un forajido, Oklahoma lo conoció bien”. – Woody Guthrie, “La balada de Pretty Boy Floyd” (1939)
El 1ero de noviembre de 1932 fue un lindo día otoñal en la adormilada y algodonera ciudad de Sallisaw, Oklahoma, el corazón el condado de Sequoyah. Los rayos cegadores del sol de mediodía estaban brillando con toda intensidad, pero el calor de otra manera abrasador era compensado por una brisa fresca. Estas eran condiciones ideales para un martes, un día de la semana aparentemente común y corriente, pero lo que estaba teniendo lugar en el Banco Estatal de Sallisaw era todo menos ordinario.
A primera vista, parecería que un carnaval ambulante o una celebridad local hubiera llegado a la ciudad. Las aceras frente al banco y sus establecimientos circundantes estaban llenos de lugareños, generaciones de familias, jóvenes enamorados y grupos de amigos. Ciertamente se habían reunido para presenciar un espectáculo, aunque de un tipo completamente diferente.
Las puertas del Banco Estatal de Sallisaw se abrieron con un sonoro golpe, dando inicio al espectáculo. Salieron tambaleándose un par de ladrones, cada uno cargando abultados sacos de billetes y monedas, y empuñando brillantes pistolas Colt .45. Los cajeros, atados de manos y pies dentro del banco se retorcían desesperadamente por el suelo para expresar su angustia, estirando el cuello y dirigiendo sus gritos apagados hacia la puerta abierta. Uno incluso había logrado liberarse de su mordaza y estaba pidiendo ayuda a la multitud al otro lado de la calle. Desafortunadamente, sus gritos fueron superados, no por los propios gritos de alarma de los espectadores, sino por un estruendoso aplauso, complementado por vítores, silbidos y una constelación de pañuelos agitándose. Algunos de quienes despejaron el camino para el auto de escape de los ladrones eran supuestamente clientes presentes en el establecimiento durante el mismo atraco.
El 1ero de noviembre de 1932 fue un lindo día otoñal en la adormilada y algodonera ciudad de Sallisaw, Oklahoma, el corazón el condado de Sequoyah. Los rayos cegadores del sol de mediodía estaban brillando con toda intensidad, pero el calor de otra manera abrasador era compensado por una brisa fresca. Estas eran condiciones ideales para un martes, un día de la semana aparentemente común y corriente, pero lo que estaba teniendo lugar en el Banco Estatal de Sallisaw era todo menos ordinario.
A primera vista, parecería que un carnaval ambulante o una celebridad local hubiera llegado a la ciudad. Las aceras frente al banco y sus establecimientos circundantes estaban llenos de lugareños, generaciones de familias, jóvenes enamorados y grupos de amigos. Ciertamente se habían reunido para presenciar un espectáculo, aunque de un tipo completamente diferente.
Las puertas del Banco Estatal de Sallisaw se abrieron con un sonoro golpe, dando inicio al espectáculo. Salieron tambaleándose un par de ladrones, cada uno cargando abultados sacos de billetes y monedas, y empuñando brillantes pistolas Colt .45. Los cajeros, atados de manos y pies dentro del banco se retorcían desesperadamente por el suelo para expresar su angustia, estirando el cuello y dirigiendo sus gritos apagados hacia la puerta abierta. Uno incluso había logrado liberarse de su mordaza y estaba pidiendo ayuda a la multitud al otro lado de la calle. Desafortunadamente, sus gritos fueron superados, no por los propios gritos de alarma de los espectadores, sino por un estruendoso aplauso, complementado por vítores, silbidos y una constelación de pañuelos agitándose. Algunos de quienes despejaron el camino para el auto de escape de los ladrones eran supuestamente clientes presentes en el establecimiento durante el mismo atraco.