La cruz de Cristo y la Lanza del Destino: Cómo las dos reliquias más importantes del cristianismo cambiaron la historia

ISBN: 9781978045675
$9.99
Que Jesús de Nazareth (ca. 4 AC-30 DC) fue crucificado es una de las afirmaciones más cercanas a un hecho histórico que pueda hacerse sobre su él. Sobre los detalles de qué hizo o dijo la academia ha pasado siglos debatiendo, pero en este hecho, que sufrió la pena capital a manos de la autoridad romana por medio de la crucifixión, coincide la abrumadora mayoría de los historiadores del mundo antiguo. Que hubo una cruz donde sufrió y murió es, por tanto, la siguiente afirmación lógica. De hecho, su caso no es raro: como él, hubo muchos otros judíos que perecieron clavados a un madero en las afueras de Jerusalén; miles de acuerdo al historiador Josefo, testigo presencial de la gran rebelión contra Roma. La cruz, que era un símbolo de fracaso y vergüenza para quienes morían en ella y sus familias, fue considerada desde el inicio del cristianismo como el momento triunfal en la carrera de su mesías; su crucifixión el momento de su ascensión a su trono como verdadero rey de los judíos. De ahí que, una vez terminada la persecución contra el cristianismo, y pasados los suficientes años, comenzaran a surgir los interesados en buscar la evidencia. Ir en pos de, contemplar, besar y en el mejor de los casos llevarse a casa un pedazo de la histórica cruz fue una de las obsesiones primero de los creyentes, después de reyes y emperadores.
Junto con la cruz, siguiendo el relato evangélico, aparece otro objeto que incluso más que el Santo Grial, ha mantenido de una forma u otra su enigmática e inquietante presencia a lo largo de la historia: la lanza de Longinus, el soldado romano que perforó el costado de Jesús. La Verdadera Cruz era una reliquia de sanación y protección, pero la lanza, de acuerdo a la leyenda, era para la guerra y la conquista. “Aquél que posea esta lanza y descubra su secreto tendrá el destino del mundo en sus manos, para bien o para mal." Así lo creyeron los antiguos emperadores del Sacro Imperio Romano, Napoleón e incluso Adolph Hitler. No es casual que a esta codiciada reliquia le haya conocido desde tiempos inmemoriales como la Lanza del Destino.
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